Queridas hermanas, deseo abrir mi primera carta con ocasión de la fiesta de la madre santa Clara, expresándoles mi sincero y profundo agradecimiento por vuestra vida donada al Señor, y la alegría de compartir con ustedes la vocación evangélica que Francisco y Clara recibieron de Dios. Por lo tanto hago mías, con humildad y confianza, las palabras que Francisco escribió para Clara y sus hermanas de San Damián… –
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