“San José acompaña a la Hna Salvatoris y a la Madrecita Elfriede en el cielo. Ellas fueron liberadas de sus sufrimientos, pero nosotras estamos muy tristes. En la Fe debemos esperar encontrarnos de nuevo y eso es hermoso.
Ambas Hermanas tuvieron la responsabilidad de llevar adelante la comunidad. ¡Estamos muy agradecidas por eso!” Hna Hilda Daurer, Superiora General
Hna Salvatoris Schroeder
Luisa Dora fue su nombre de bautismo, nació en Guatraché (La Pampa – Argentina) el 5 de enero de 1938, ingreso a la Congregación el 17 de mayo de 1957, comenzó su Noviciado el 17 de septiembre de 1957, día en que recibe el Hábito y comienza a ser llamada Hermana María Salvatoris. Emitió su Primera Profesión el 17 de septiembre de 1959.
A partir de ese momento comienza su historia de servicio como religiosa Franciscana de la Caridad Cristiana, ¿cuál fue su misión? La que fuera necesaria y donde fuera necesaria… Formó parte de varias comunidades que la Congregación tuvo a lo largo de estos años, realizando cualquier trabajo dentro de ellas, fue lavandera, cocinera, enfermera, mucama, costurera… pero lo más importante es que siempre supo ser HERMANA, vivió su consagración con alegría, siempre buscando el modo de vivir todo con buen humor, de trasmitir dulzura y bondad a todo aquel que compartiera su vida con ella. La Congregación le confió la misión de ser Superiora Regional y desde allí también supo seguir dándose a los demás.
Si hay un recuerdo común de quienes la conocieron niños en el Hogar San Carlos o adolescentes /jóvenes en el Hogar Guereño, es el de haberla sentido madre, siempre atenta a los bajones propios de quien está lejos de su familia, de sentir su abrazo en el momento preciso, de definirla por tu ser de mujer consagrada a Dios, sirviéndolo en quien la necesitara.
Al final de su vida le tocó vivir un calvario, de ser una Hermana al servicio de todos, tener que depender de todos para lo más básico, no fue fácil. Fuiste una gran “amiga” de San José, siempre que veía a alguna Abuela en una larga agonía, se sentaba a su lado a rezar y a pedirle al Patrono de la Buena Muerte que la acompañara en ese difícil trance. Tal vez por eso, fue en su día, que para tener su compañía, el Señor la llamó a vivir su Pascua junto a Él.