Nuestros santos protectores

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martes, 4 de octubre de 2011

Transito de Nuestro Padre San Francisco Erinnerungsfeier an das Sterben des hl. Franziskus (Transitus)

Acercándose, por fin, el momento de su tránsito, (Francisco) hizo llamar a su presencia a todos los hermanos que estaban en el lugar y, tratando de suavizar con palabras de consuelo el dolor que pudieran sentir ante su muerte, los exhortó con paterno afecto al amor de Dios. Después se prolongó, hablándoles acerca de la guarda de la paciencia, de la pobreza y de la fidelidad a la santa Iglesia romana, insistiéndoles en anteponer la observancia del santo Evangelio a todas las otras normas.

Sentados a su alrededor todos los hermanos, extendió sobre ellos las manos, poniendo los brazos en forma de cruz por el amor que siempre profesó a esta señal, y, en virtud y en nombre del Crucificado, bendijo a todos los hermanos tanto presentes como ausentes. Añadió después: «Estad firmes, hijos todos, en el temor de Dios y permaneced siempre en él. Y como ha de sobrevenir la prueba y se acerca ya la tribulación, felices aquellos que perseveraren en la obra comenzada. En cuanto a mí, yo me voy a mi Dios, a cuya gracia os dejo encomendados a todos».

Concluida esta suave exhortación, mandó el varón muy querido de Dios se le trajera el libro de los evangelios y suplicó le fuera leído aquel pasaje del evangelio de San Juan que comienza así: Antes de la fiesta de Pascua (Jn 13,1). Después de esto entonó él, como pudo, este salmo: A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor, y lo recitó hasta el fin, diciendo: Los justos me están aguardando hasta que me des la recompensa (Sal 141).

Cumplidos, por fin, en Francisco todos los misterios, liberada su alma santísima de las ataduras de la carne y sumergida en el abismo de la divina claridad, se durmió en el Señor este varón bienaventurado (San Buenaventura, Leyenda Mayor 14, 5-6).

Als schließlich die Stunde seines Hinscheidens nahte, ließ er alle Brüder der Niederlassung zu sich rufen, redete ihnen angesichts des Todes in tröstlichen Worten zu und ermahnte sie väterlich zur Liebe Gottes. Dann sprach er weiter von der Geduld, der Armut und dem Glauben der Heiligen Römischen Kirche und gab dem heiligen Evangelium vor allen übrigen Anordnungen den Vorzug. Als nun alle Brüder um ihn versammelt waren, legte er seine Arme in Kreuzesform übereinander - dieses Zeichen hatte er stets geliebt - und breitete über sie die Hände aus; in der Kraft und im Namen des Gekreuzigten segnete er alle seine Brüder, die gegenwärtigen und die abwesenden. Dann fügte er hinzu: "Lebt wohl, alle meine Söhne, in der Furcht des Herrn und verharrt allezeit in ihr! Da aber künftig Versuchung und Prüfung näherkommen, werden jene selig sein, die bei dem verharren, mit dem sie begonnen haben. Ich aber eile zu Gott, dessen Gnade ich euch alle empfehle." Als er diese väterliche Ermahnung beendet hatte, ließ sich der Freund Gottes das Evangelienbuch bringen und wünschte, man solle das Evangelium nach Johannes lesen, wo die Worte stehen: "Vor dem Osterfeste"'. Dann brach er, soweit seine Kräfte es gestatteten, in die Psalmworte' aus: "Laut schreie ich zum Herrn, laut flehe ich zum Herrn um Gnade', und konnte den Psalm noch zu Ende singen. "Dann umringen die Frommen mich freudig, betete er, "wenn du mir Gutes getan.

Als sich alle Geheimnisse an ihm erfüllt hatten, löste sich seine heiligste Seele vom Leibe und entschwebte in den Abgrund göttlicher Herrlichkeit. So verschied er selig im Herrn.